El Mar es Nuestra Tierra
La semana pasada decidí finalmente visitar la brillante exposición en el centro cultural de Belém, "El mar es nuestra tierra". La exposición se realiza en una galería dedicada a la exhibición de la arquitectura, que tipicamente es apresentada tal como se entiende más convencionalmente, consistiendo de dibujos y modelos y tal vez una imagen interior, o una "impresión artística". Sin embargo, en esta ocasión, los comisarios André Tavares y Miguel Figueira decidieron mostrar cómo la arquitectura y el territorio construido responden a las estructuras geofísicas, temporales y ecológicas; la exposición nos muestra cómo hay una necesidad urgente de propuestas arquitectónicas sensibles al mundo natural, basadas en investigaciones de fenómenos naturales en constante cambio. De esta manera, la exposición sirve como un lúcido y claro manifiesto para una profunda comprensión del mundo natural, llamando a una respetuosa ambición constructiva.
La exposición teje información técnica y bellas imágenes. El espacio en el centro está dominado por imágenes que inicialmente parecen ser fotografías del mar iluminadas desde atrás, dispuestas en el suelo. A medida que nos acercamos a estas imágenes brillantes, es chocante y emocionante comprender que lo que estamos viendo son videos en televisores planos: las imágenes de drones de diversas condiciones y eventos en la costa que se muestran en estas pantallas crean plantas animadas de alta definición. Aquí una procesión religiosa en la playa de Senhor da Pedra, allí un surfista montando la espuma en Nazaré, y más allá, la marea invadiendo las piscinas de roca en la Granja. Las personas son simultáneamente pequeñas e insignificantes cuando se las vemos como meros puntos sujetos al impacto de las olas y las mareas, y sin embargo están todas operando en, alrededor de y para, estructuras y sistemas duraderos hechos por el hombre: el pontón, el faro, el puerto y también el festival religioso, el campeonato de surf, las vacaciones de verano.
La exposición tiene una ambición didáctica, pero se presenta ligeramente, con gráficos y textos que invitan a una mirada prolongada, pidiendo eventualmente al espectador que considere las formas que pueden y deben adoptar las estructuras de la costa. La vasta playa de Figueira da Foz, por ejemplo, es en realidad la consecuencia de la interrupción del fenómeno natural de la deriva de las arenas con la extensión del muelle de protección en la barra del río Mondego - a expensas de una continua retirada de la orilla sur a lo largo de la costa. Se hacen propuestas para invertir esta tendencia, apoyadas por un caso similar en Australia; las propuestas de arquitectura e ingeniería se presentan a la luz de textos legales redactados como resultado de esta condición costera.
Los estudios sobre la geomorfología del fondo marino del Atlántico frente a la costa portuguesa también proporcionan una comprensión fascinante de la arquitectura costera del país. El lecho marino de la costa portuguesa se profundiza dramáticamente relativamente cerca de la costa, lo que significa que las aguas aquí son frías y valientes, hábitats ideales para los cardúmenes de sardinas, un elemento clave de la cultura gastronómica de Portugal. La pesca de la sardina tiende a hacerse con redes colocadas a mano, lo que es claramente menos destructivo que la pesca de arrastre. La exposición nos muestra cómo los pescadores de Portugal se aventuraban en las aguas para echar sus redes y arrastrarlas hasta la orilla: los barcos de pesca con forma de luna se diseñaban específicamente para perforar las poderosas olas; se utilizaban animales para ayudar a llevar las redes cargadas desde el mar hasta la orilla; los peces se salaban y redes se remendaban en refugios de madera construidos a tal efecto a lo largo de la costa portuguesa, en estructuras conocidas como palheiros, algunos de los cuales salpican hoy en día la costa. Estos palheiros de madera suelen tener dos a tres pisos de altura, a veces son erigidos sobre estacas, e incluyen una mezcla de alojamiento residencial y comercial en su interior. Por el contrario, el bacalao (otro elemento clave de la dieta portuguesa) se capturaba en aguas relativamente poco profundas en el lejano Terranova, donde era conservado en sal antes de hacer el largo viaje de regreso a los puertos de Portugal; los barcos de regreso requerían estructuras físicas más grandes para el envasado y la distribución de la captura, de ahí la construcción de puertos pesqueros y su consiguiente impacto ambiental. Fascinantemente, los edificios ensamblados en tierra se muestran aquí como el producto lógico de la forma del fondo del mar Atlántico, respondiendo cultural y materialmente a la morfología del fondo del océano.
El vasto Océano Atlántico toca la costa en roca y arena - típicamente se diseña una línea para delinear esta interfaz, pero en realidad, tal línea es una fabricación y una representación, porque la interfaz entre la tierra y el mar está cambiando constantemente. Observando los diferentes grados de arena a través de microscopios, somos invitados a cuestionar la naturaleza de esta interfaz, y nuestro papel en su construcción. Esta exposición nos convence hábilmente a cambiar de perspectiva y considerar el mar no como un espacio separado de la tierra, una entidad que debe ser temida y controlada, sino como una entidad que está estrechamente vinculada a la forma en que vivimos, que siempre ha dado forma a la manera en que vivimos, y seguirá haciéndolo durante mucho tiempo.